Cuenta Francisco Lloret en las páginas de La muerte de los bosques (Arpa), que desde hace unos años se suceden episodios de muerte súbita y generalizada de árboles en bosques de todo el mundo. Sistemas que ha costado siglos crear mueren repentinamente, casi de un día para otro, dando la razón a lo que Séneca escribía en la Epístola a Lucilius: lo cierto es que el crecimiento es lento y la ruina rápida. El cambio climático, como no podía ser de otra forma, está detrás de muchas de estas muertes de bosques, pero no es el único motivo, sino que como ocurre con la muerte de muchas personas hay otros muchos factores que entran en juego y que, interrelacionados, provocan el desastre. Y es que, como se encarga de destacar el catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales), los humanos somos en muchas cosas “una copia mala” de la naturaleza. “Alguien me preguntaba un día que por qué debíamos conservar la biodiversidad. La razón es obvia: nosotros somos biodiversidad. Si no conservamos la biodiversidad quiere decir que no nos estamos conservando a nosotros mismos”, afirma.
El libro arranca con una cita de la Epístola a Lucilius de Séneca: Aunque nos consolara que las cosas perecieran con la tardanza con la que se construyeron, lo cierto es que el crecimiento es lento y la ruina rápida. Una máxima que se puede aplicar directamente a los bosques, ¿verdad?
Sí, es así. El bosque es un sistema complejo formado por muchos componentes. Es sorprendente este cambio de dimensión temporal, porque hace falta una escala de tiempo muy grande para construir un sistema complejo. Y, sin embargo, a veces vemos que para destruir ese sistema hace falta un periodo de tiempo mucho menor. En el libro se refleja esto a la perfección, vemos cómo en muy poco tiempo, algunos bosques mueren.
Nunca me había parado a pensar en esa relación de amor/odio que mantenemos con los bosques. Podríamos decir que los veneramos hasta que nos molestan, ¿no?
Sí, más o menos. Hasta que nos molestan o incluso mientras los veneramos. Los bosques han sido una fuente de beneficios para la Humanidad. Y lo siguen siendo: la madera, la leña, los animales que se cazan en él, las setas, refugio, silencio… En la cultura mediterránea, por ejemplo, los árboles se valoran porque dan sombra y te protegen de las inclemencias del tiempo. Valoramos eso.
“Con los bosques vivimos en una contradicción permanente”
Pero si te acercas a comunidades que viven cerca de los bosques, ese sentimiento bucólico, romántico e incluso naif igual no existe, porque el bosque igual está tapando unos prados y lo que necesitan para poder tener esos prados y esos recursos es cortar los árboles. Vivimos en esa contradicción permanente, como en tantas otras cosas.
Como dice en el libro, la pérdida de un bosque a causa de un incendio forestal enseguida despierta nuestras emociones. Sin embargo, muchos bosques, sostiene, están desapareciendo poco a poco, sin el espectáculo televisivo de las llamas, sin que nos enteremos. ¿Es éste un fenómeno nuevo en su magnitud?
Sospechamos que sí, pero no tenemos un registro detallado de la historia de los bosques. Pero podemos decir que en los últimos decenios sí que nos ha sorprendido que en muchos bosques del mundo estén apareciendo estos episodios de árboles que se mueren. No es que sea un fenómeno súper extenso, no es que todos los bosques estén pasando esta situación. En realidad, lo deberíamos tomar como una señal de alarma de lo que está empezando a ocurrir.
“En los últimos decenios nos ha sorprendido que en muchos bosques del mundo estén apareciendo estos episodios de árboles que se mueren”
Cambio climático y otras causas de la desaparición de los bosques
¿Podemos decir que el cambio climático, el aumento de las temperaturas y la reducción de las precipitaciones se encuentran detrás de la muerte de los bosques?
Las causas de estos fenómenos son múltiples, pero hay como una especie de nexo de unión que está asociado a los episodios de sequía que van apareciendo con cada vez mayor frecuencia. En un contexto de cambio climático, en el que sabemos que los periodos de sequía van a incrementarse en muchos sitios, tenemos que recibir la señal de alerta de que muchos bosques están estresados.
Dice en el libro que, además del cambio climático, hay otros factores que también entran en juego y que contribuyen a la muerte de los bosques. ¿Cuáles serían los más habituales?
Hay que entender la multiplicidad de causas, igual que pasa con las enfermedades de los humanos. A veces, como también nos pasa a nosotros, hay cierta predisposición a determinados factores. Un ejemplo es que hay bosques que, por el propio medio físico en el que crecen, tienen dificultades para obtener agua. Hay bosques que se encuentran sobre sustratos muy rocosos, así que ya viven al límite. En el libro cuento cómo me impactó ver una línea horizontal en la montaña que separaba unos bosques que se habían secado de otros que estaban sanos. Y si te acercabas y mirabas veías que se debía al tipo de roca sobre el que estaban asentados.
“En un contexto de cambio climático, en el que sabemos que los periodos de sequía van a incrementarse en muchos sitios, tenemos que recibir la señal de alerta de que muchos bosques están estresados”
Luego hay otros factores biológicos como las plagas. Por ejemplo, el caso de la procesionaria. La procesionaria por sí misma difícilmente destroza un bosque, pero si combinas ataque de procesionarias con bosques que ya están experimentando sequías crónicas, como pasa en el sur de España, entonces sí que pueden colapsar. Y otro factor, por ejemplo, es la propia densidad de árboles. Si tú tienes bosques con árboles más espaciados entre sí, éstos se podrán repartir mejor los pocos recursos hídricos que puedan existir.
La acción humana, la gestión que el ser humano hace de esos bosques, ¿también puede contribuir aunque sea de forma inconsciente a su desaparición?
En realidad, lo que intenta la gestión es que no se mueran los bosques. Lo que pasa es que los objetivos de la gestión de los bosques han ido variando también con el tiempo. Hubo épocas en los que la gestión consistía básicamente en extraer los productos producidos por el bosque. Ya en el siglo XIX aparecieron ingenieros forestales que abogaron también por preservar los suelos. Y hoy en día sabemos que los bosques proporcionan otro tipo de beneficios. Por ejemplo, ayudan a regular el cambio climático extrayendo CO2 de la atmósfera. Esto no se sabía en el siglo XIX. La propia gestión que se hace de los bosques se va ajustando a los conocimientos y las necesidades del momento.
“La gestión puede acompañar a los bosques en las transformaciones que están experimentando y que en cierto modo son causadas por la Humanidad”
Dicho esto, a mí me gusta decir que la gestión puede acompañar a los bosques en las transformaciones (promoviendo, por ejemplo, la diversidad de especies, regulando su densidad, seleccionado qué servicios del bosque podemos preservar) que están experimentando y que en cierto modo son causadas por la Humanidad.
La importancia de los bosques
El último capítulo del libro se titula Los servicios prestados por el bosque. ¿Cree que como sociedad somos conscientes de esos servicios prestados y de la importancia de los bosques?
No suficiente. Hay muchas personas en la sociedad conscientes. Y cada día más. Pero te diría que no de forma suficiente, sobre todo cuando se interponen intereses particulares. A priori a cualquiera nos preguntan que si nos gustan los bosques y decimos que sí, que los amamos, pero a la hora de la verdad queremos que nos corten el árbol que nos quita la vista de la playa. Esto lo he visto (risas).
“Los bosques están preservando laderas, evitando la erosión y ya a escala global están compensando de alguna manera las emisiones de dióxido de carbono que estamos emitiendo a la atmósfera”
Una de las cuestiones más interesantes de estos servicios de los bosques es que ya trascienden una sociedad local. Puede haber un propietario, una administración pública que gestiona un bosque y, por ejemplo, extrae madera, pero los bosques, además, están preservando laderas, evitando erosión y ya a escala global están compensando de alguna manera las emisiones de dióxido de carbono que estamos emitiendo a la atmósfera. Esos beneficios no los ves de una manera directa y por eso sospecho que no tenemos conciencia suficiente.
¿Qué consecuencias tiene la pérdida de un bosque?
Hay una cosa que tenemos claro y es que la naturaleza no se detiene, sigue actuando para sobrevivir. Como hacemos los humanos, que en muchas cosas somos una copia mala de la naturaleza (risas). Así que, por ejemplo, si un bosque muere, seguramente saldrán nuevos arbustos, herbáceas, pero este proceso es lento, necesita tiempo, así que lo peor que te puede ocurrir es que se quede una ladera descubierta sujeta a erosión, porque entonces se pierden los suelos y esa recuperación de la cubierta vegetal se vuelve mucho más costosa. Yo diría que es la peor situación posible.
“A cualquiera nos preguntan que si nos gustan los bosques y decimos que sí, que los amamos, pero a la hora de la verdad queremos que nos corten el árbol que nos quita la vista de la playa”
En muchos casos lo que vemos es que los bosques se transforman. Aparecen otras especies más resistentes a la sequía o pasan a ser menos frondosos, menos densos.
¿También hay consecuencias a nivel de salud?
Sí. Primero desde un punto de vista emocional. En estos momentos se utilizan los paseos en el bosque para refuerzo ante situaciones emocionales en las que necesitamos tranquilidad, relax, silencio. Por otro lado, y a otra escala, sobre todo en bosques tropicales hay toda una serie de estudios que están viendo cómo la pérdida de los bosques está poniendo más en contacto a la población con determinados organismos, determinadas especies animales que son portadores de vectores, así que están facilitando la transmisión de zoonosis. Estos son dos ejemplos de impacto de la pérdida de los bosques en la salud global. Y es muy importante ir introduciendo este concepto de salud global porque la salud de los humanos no está desligada de la salud de la naturaleza, de la salud de los ecosistemas. Estamos en el mismo barco.
Alguien me preguntaba un día que por qué debíamos conservar la biodiversidad. La razón es obvia: nosotros somos biodiversidad. Si no conservamos la biodiversidad quiere decir que no nos estamos conservando a nosotros mismos.
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